Cuando era niña recuerdo que me resultaba curioso ver cómo los domingos la gente vestía sus mejores galas (niños incluidos) para ir a misa. También recuerdo las bodas con viandas interminables. Y esos zapatos incómodos y trajes absurdos que nos obligaban a poner, con los que nos sentíamos ridículos y disfrazados. Nada como ir descalza. Igual que Ángela, la protagonista de Piara.
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